que no me había comprendido. Le dije que él tenía la idea equivocada. Sentía tanta emoción ante la posibilidad de convertirme en misionero que para mí el mayor sacrificio y el mayor sufrimiento habría sido que el comité de misiones nos rechazara y nos dijera que no podíamos ser misioneros. Cuando Dios llama a un hijo suyo llevar la vida de misionero, le da el deseo con el llamado. Aparte de eso, el Señor le da un don espiritual a todo creyente genuino (1Corintios 12). No obstante, además del don
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